Más del cine Ciudadela:
De las posteriores no me acuerdo pero de la cusca que me hice después de ir la primera vez tengo todavía la sensación en la mano. Entré a casa sin saludar y derechito al biorsi. De dorapa en el inodoro, apenas un bombeo ínfimo y chau picho. La cabalgata de imágenes me impidió dedicársela a alguna de las brillantes actrices vistas, fue más bien una orgía descontrolada, pero rascando en el fondo la imagen que surge es la de la Coca...
Acá Juan se debe acordar porque creo que éramos compañeros de butaca ese día. Durante la proyección de La profesora de lenguas, una joya del neorralismo italiano, a la profe particular (una yegua) se la garchaba el padre, el tío y hasta el sifonero de su alumno, pero Michele, el pibe, nada...creo que iba a la base.
Al final de la película, Michele (aunque era en un sueño) se la garcha. Desde arriba al fondo de la sala se escuchó:
-BIEN!! MICHELE!!!
El cago de risa fue general, pues cualquier comentario risueño generaba un aflojamiento de tanta testosterona hirviendo (nosotros éramos menores y había adultos en el cine...o la sociedad era más tranquila o nos salvamos de pedo...). Dejarían hoy ir a sus hijos a un cine así....no claro, ahora van al cyber, que es mucho pero mucho más seguro. BANG!
Otro grito de platea que estremeció de carcajadas el recinto fue un "¡HACHA BRAVA!" cuando Armando Bo lo corría con una hacha a su hijo Víctor porque se había morfeteado a la Sarli (no tanto, porque el drepa era el Director de la película y se la dejaba tocar hasta ahí).
Rescatabamos información fuerte de esas películas. Piensen que 2 ó 3 años después de nuestra temporada cinéfila la publicidad de Hitachi y que bien se TV con la Brodsky y demás gatos patrios de turno en MINISHORT era censurada.
La Coca en bolas 3 años atrás de eso era transgresión gruesa.
Recuerdo un mediodía de camino a la casa de Daniel. A esa altura estaban Daniel y Roberto. Llovía y caminábamos por la calle. Por el rabillo del ojo izquierdo veo debajo del auto estacionado que estábamos sobrepasando, justo en su mitad ( Falcon o 504, celeste metalizado seguro), algo impreso en color:
-Ahí hay carne.
Me lancé y tomé en mis manos una revista del tamaño de un catálogo de Avon y anunciando para la temporada '78 el predomino de los colores piel y morado cabeza.
Era una porno. Nada de algo erótico, sutil, alguna propaganda en una revista de mamá, alguna modelo de Gente en bikini, no. La foto a la vista que había detectado mi visión periférica era la de una tararira entrando a desovar en una cueva de corales muy rojos, todo a plena página.
En la casa de Daniel la secamos con más amor que a una hermana rescatada de las aguas del Atlántico Norte ( en medio de una tormenta del carajo).
Buena impresión. Sobre todo buena tinta. La lluvia bonaerense no había logrado borrar toda la data que sería almacenada en nuestra RAM en formato .PIJ
Fue el primer encuentro entre la imaginación y la imagen certificante.
Siguiendo con pajerías. Noche. Casa de Hernán. Daniel y yo de visita, hermana y viejos ausentes, proyector super 8 ó 16mm. Porneta clásica, auto en medio del campo, capó, dos mecánicos y la traga caseína de turno.
Nos pusimos los tres a hacer la traducción (era la época del hombre del doblaje del programa de los uruguayos, Espalter, Ahumada, etc)
En la parte más brava del mete y saca casi acabamos al unísono, por tanta compenetración, los mecánicos, el gato y nosotros. Paramos justo. Con Daniel caminamos hacia la estación de Palomar medio a los corcovos como los perros cuando te dejan de trincar la gamba que les queda la columna curvada ( casi siempre en casa ajena, poca confianza y con ganas de estrangularlo).
Esta es más etílica. Diciembre, ya egresados, reunión en lo de Fernando. Había que llevar cervezas y snack a elección. Cuando ya no quedaba cerveza estábamos todos puestos. Dardo vomitó en la bacha del baño y mis dedos revolvieron los maníes que impedían la buena evacuación de la misma a través de su rejilla. Un gesto solidario.
Para los que nunca fueron al Templo, tenía un altillo repleto de regalos empresariales en tiempos en que las empresas no eran mezquinamente yanquies como ahora. Mucho vino, mucho licor, mucha bebida blanca.
Recuerdo haber llegado a esa reunión y antes de poder golpear la puerta se abrió y salió Ariel en slip (al slip lo consideré un milagro) y una banda desaforada detrás de él. Se perdió en la oscuridad de la esquina y según dicen la persecución siguió por tres cuadras más.
Ojo que yo no estaba llegando tarde, todavía eran pocos, pero la fiesta, evidentemente, había empezado...
Luego de la muerte de las cervezas siguió una demostración de cuantas combinaciones horribles se pueden hacer en un trago. Dardo entró al living con un mix de vodka, whisky y gancia en un vaso largo. Al tropezar me quedé mirando el vaso el cual permaneció como con un giróscopo en el mismo lugar mientras Dardo daba vueltas en el piso sosteniéndolo. Un mago.
Más tarde Dardo se rescostó boca arriba en el piso de madera de una sobre altura hecha en el living, mientras yo le saltaba con los pies juntos a cada lado de la cara, pasándole por encima. El estaba aterrorizado pero incapaz de moverse o articular palabra. A cierta hora llegó el padre de Fernando, que siendo sábado, se había ido a tomar unos copetes.
Gogui y yo mirábamos todo asomados cabeza abajo por la escalera que llevaba a la sobre altura de madera. De ahí veíamos la puerta de calle. Vestía un piloto Perramus y con la mano en el picaporte y la puerta abierta se quedó un instante mirando el paisaje de su living, de su casa, de su hogar.
Daniel estaba acostado en el sofá, dormido, con su vómito donde uno dejaría las chinelas.
Había un par de cadáveres más. Arturo, por ejemplo, estaba tirado en el piso del cuarto, con su brazo sobre una cama que se había vuelto lejana.
Todo claro adornado con 5.000 vasos sucios, botellas y demás.
Los últimos en irnos fuímos Jorge, Arturo y yo, a las 9:15 hs de un día de sol, en el Fiat 128 celeste de Jorge, quien en cada cuneta o pozo sufría tremendas puntadas por un dolor de cabeza gigante.
Disculpen los historiadores puristas pero en esta anécdota puedo haber mezclado de dos reuniones en lo de Fernando. La del drepa horrorizado y la de la película porno con sandwich de miga. Pero si lo hace Hollywood con la Historia Universal, valga esta pequeña licencia.
De las posteriores no me acuerdo pero de la cusca que me hice después de ir la primera vez tengo todavía la sensación en la mano. Entré a casa sin saludar y derechito al biorsi. De dorapa en el inodoro, apenas un bombeo ínfimo y chau picho. La cabalgata de imágenes me impidió dedicársela a alguna de las brillantes actrices vistas, fue más bien una orgía descontrolada, pero rascando en el fondo la imagen que surge es la de la Coca...
Acá Juan se debe acordar porque creo que éramos compañeros de butaca ese día. Durante la proyección de La profesora de lenguas, una joya del neorralismo italiano, a la profe particular (una yegua) se la garchaba el padre, el tío y hasta el sifonero de su alumno, pero Michele, el pibe, nada...creo que iba a la base.
Al final de la película, Michele (aunque era en un sueño) se la garcha. Desde arriba al fondo de la sala se escuchó:
-BIEN!! MICHELE!!!
El cago de risa fue general, pues cualquier comentario risueño generaba un aflojamiento de tanta testosterona hirviendo (nosotros éramos menores y había adultos en el cine...o la sociedad era más tranquila o nos salvamos de pedo...). Dejarían hoy ir a sus hijos a un cine así....no claro, ahora van al cyber, que es mucho pero mucho más seguro. BANG!
Otro grito de platea que estremeció de carcajadas el recinto fue un "¡HACHA BRAVA!" cuando Armando Bo lo corría con una hacha a su hijo Víctor porque se había morfeteado a la Sarli (no tanto, porque el drepa era el Director de la película y se la dejaba tocar hasta ahí).
Rescatabamos información fuerte de esas películas. Piensen que 2 ó 3 años después de nuestra temporada cinéfila la publicidad de Hitachi y que bien se TV con la Brodsky y demás gatos patrios de turno en MINISHORT era censurada.
La Coca en bolas 3 años atrás de eso era transgresión gruesa.
Recuerdo un mediodía de camino a la casa de Daniel. A esa altura estaban Daniel y Roberto. Llovía y caminábamos por la calle. Por el rabillo del ojo izquierdo veo debajo del auto estacionado que estábamos sobrepasando, justo en su mitad ( Falcon o 504, celeste metalizado seguro), algo impreso en color:
-Ahí hay carne.
Me lancé y tomé en mis manos una revista del tamaño de un catálogo de Avon y anunciando para la temporada '78 el predomino de los colores piel y morado cabeza.
Era una porno. Nada de algo erótico, sutil, alguna propaganda en una revista de mamá, alguna modelo de Gente en bikini, no. La foto a la vista que había detectado mi visión periférica era la de una tararira entrando a desovar en una cueva de corales muy rojos, todo a plena página.
En la casa de Daniel la secamos con más amor que a una hermana rescatada de las aguas del Atlántico Norte ( en medio de una tormenta del carajo).
Buena impresión. Sobre todo buena tinta. La lluvia bonaerense no había logrado borrar toda la data que sería almacenada en nuestra RAM en formato .PIJ
Fue el primer encuentro entre la imaginación y la imagen certificante.
Siguiendo con pajerías. Noche. Casa de Hernán. Daniel y yo de visita, hermana y viejos ausentes, proyector super 8 ó 16mm. Porneta clásica, auto en medio del campo, capó, dos mecánicos y la traga caseína de turno.
Nos pusimos los tres a hacer la traducción (era la época del hombre del doblaje del programa de los uruguayos, Espalter, Ahumada, etc)
En la parte más brava del mete y saca casi acabamos al unísono, por tanta compenetración, los mecánicos, el gato y nosotros. Paramos justo. Con Daniel caminamos hacia la estación de Palomar medio a los corcovos como los perros cuando te dejan de trincar la gamba que les queda la columna curvada ( casi siempre en casa ajena, poca confianza y con ganas de estrangularlo).
Esta es más etílica. Diciembre, ya egresados, reunión en lo de Fernando. Había que llevar cervezas y snack a elección. Cuando ya no quedaba cerveza estábamos todos puestos. Dardo vomitó en la bacha del baño y mis dedos revolvieron los maníes que impedían la buena evacuación de la misma a través de su rejilla. Un gesto solidario.
Para los que nunca fueron al Templo, tenía un altillo repleto de regalos empresariales en tiempos en que las empresas no eran mezquinamente yanquies como ahora. Mucho vino, mucho licor, mucha bebida blanca.
Recuerdo haber llegado a esa reunión y antes de poder golpear la puerta se abrió y salió Ariel en slip (al slip lo consideré un milagro) y una banda desaforada detrás de él. Se perdió en la oscuridad de la esquina y según dicen la persecución siguió por tres cuadras más.
Ojo que yo no estaba llegando tarde, todavía eran pocos, pero la fiesta, evidentemente, había empezado...
Luego de la muerte de las cervezas siguió una demostración de cuantas combinaciones horribles se pueden hacer en un trago. Dardo entró al living con un mix de vodka, whisky y gancia en un vaso largo. Al tropezar me quedé mirando el vaso el cual permaneció como con un giróscopo en el mismo lugar mientras Dardo daba vueltas en el piso sosteniéndolo. Un mago.
Más tarde Dardo se rescostó boca arriba en el piso de madera de una sobre altura hecha en el living, mientras yo le saltaba con los pies juntos a cada lado de la cara, pasándole por encima. El estaba aterrorizado pero incapaz de moverse o articular palabra. A cierta hora llegó el padre de Fernando, que siendo sábado, se había ido a tomar unos copetes.
Gogui y yo mirábamos todo asomados cabeza abajo por la escalera que llevaba a la sobre altura de madera. De ahí veíamos la puerta de calle. Vestía un piloto Perramus y con la mano en el picaporte y la puerta abierta se quedó un instante mirando el paisaje de su living, de su casa, de su hogar.
Daniel estaba acostado en el sofá, dormido, con su vómito donde uno dejaría las chinelas.
Había un par de cadáveres más. Arturo, por ejemplo, estaba tirado en el piso del cuarto, con su brazo sobre una cama que se había vuelto lejana.
Todo claro adornado con 5.000 vasos sucios, botellas y demás.
Los últimos en irnos fuímos Jorge, Arturo y yo, a las 9:15 hs de un día de sol, en el Fiat 128 celeste de Jorge, quien en cada cuneta o pozo sufría tremendas puntadas por un dolor de cabeza gigante.
Disculpen los historiadores puristas pero en esta anécdota puedo haber mezclado de dos reuniones en lo de Fernando. La del drepa horrorizado y la de la película porno con sandwich de miga. Pero si lo hace Hollywood con la Historia Universal, valga esta pequeña licencia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario